El país que tenemos #16D

Con mucho cariño para mi querida @Indileonor

«Tenemos el país que tenemos, no otro. Lo formamos todos y todos somos responsables de la forma que toma! Mucho que reflexionar y crecer #16D»

Ese fue mi primer comentario en twitter vistos los resultados de las elecciones regionales y creo que resume muy bien lo que pienso que es el aprendizaje más importante que tenemos los venezolanos en estos tiempos.

A casi 24 horas del cierre de las mesas, abundan los artículos y mensajes «reflexivos» -obviamente, unos con más reflexión y otros con más reacción-. Es el tiempo del reajuste de expectativas, del acuse de recibo y del trago grueso para todos, los que ganamos y los que perdimos. Hay muchos mensajes cargados de una emoción visceral, cosa que es normal dado lo sucedido, pero especialmente, por la incomprensión generalizada que tenemos sobre la realidad en la que vivimos. Y esa -aumentar la comprensión sobre la realidad que vivimos- es quizá la tarea más importante que debemos emprender todos en este tiempo.

Hay algunos datos interesantes que pueden ayudarnos a comprender esa realidad, pero resalta entre ellos, la cantidad de gobernaciones en las que ganó un candidato militar y aunque sería muy fácil asumir como explicación que su victoria se debe a que era el candidato designado por Chavez y aunque no dejo de pensar en la vieja y arraigada creencia popular de que, ante la necesidad de poner orden, los venezolanos apuestan por un militar, creo que la respuesta no es trivial ni obvia. Un dato de ese calibre requiere un análisis detallado y profundo que no es al que voy a apuntar en este momento, en este espacio, pero lo menciono para apuntar a una necesaria reflexión posterior. (Claro, también lo menciono porque sería genial que alguien como Graciela Soriano @grasoriano, Ruth Capriles @veedoramadre, Colette Capriles @cocap, Ricardo Sucre @rsucre o Humberto Njaim, les diera por ayudarnos con eso)

Las elecciones de ayer nos enseñaron que tenemos el país que tenemos y no otro, bueno, eso nos ratificaron.

Una de las cualidades de este país que tenemos, como ya dije, es la incomprensión generalizada sobre la realidad en la que vivimos. Otra de sus cualidades, íntimamente relacionada con la anterior, es la inmadurez política tanto de los ciudadanos como de su dirigencia. Obviamente, no de todos los ciudadanos, ni de toda la dirigencia política, pero, en ambos grupos, no logramos la masa crítica mínima que nos permita un cambio de cualidad al respecto.

La falta de madurez se evidencia de muchas maneras. En este momento, se evidencia especialmente, en el foco que toman muchos de los comentarios y análisis que se leen en los medios y en la red. Muchos se enfocan en buscar o señalar culpables, en acusar al otro de los males que nos aquejan y que se profundizarán, sin que medie el debido reconocimiento de la responsabilidad de todos en la construcción del país que hoy tenemos. Para no variar, nos centramos en las personas, en las otras, no en nosotros; más en las personas y menos en las prácticas, pero cuando ponemos el foco en las prácticas, lo hacemos en las que nos molestan de los otros y no vemos lo que pueden haber contribuido las nuestras o como, en muchos casos, cuando repetimos esas mismas prácticas que criticamos, ni las vemos.

Es importante poner el foco donde es.

Creo que, ante lo que vivimos, nos sale enfocarnos en nuestras prácticas, las que nos gustan, pero especialmente, las que no nos gustan y sólo somos capaces de identificar en los otros.

Como se trata de algo complejo y extenso y sin pretensiones de abarcar su complejidad, voy a mencionar algunas cosas que son las que me parecen más importantes en este momento.

1. Lo que sucede en el país es responsabilidad de todos.

Lo primero que mencionaré es que lo que sucede en el país es responsabilidad de todos, no es culpa de algunos. Esto, aunque suene reiterativo, es importante que todos lo asumamos, porque por acción o por omisión, todos contribuimos a tener la Venezuela que tenemos.

Hay un cambio en la naturaleza de la ciudadanía que es necesario asimilar y que se deriva de cómo se concibe la distribución del poder y su relación con la responsabilidad. Me refiero a un cambio en la concepción de la consciencia ciudadana, en la comprensión del rol que cada quién cumple y debe cumplir en la determinación de su destino como parte de una comunidad nacional.

Voy a tratar de ilustrarlo con un ejemplo y aunque el ejemplo que utilizaré puede no ser el mejor, creo que puede ser útil.

La diferencia que tenemos que apreciar en la consciencia ciudadana, es como la que existe en la responsabilidad sobre las decisiones, las acciones, y su resultante sobre la calidad de vida, cuando se pasan unos días en un hotel, en contraste de la que se tiene y sus consecuencias, cuando los días se pasan en un hogar propio.

El hotel tiene unos dueños y unas reglas definidas por ellos, uno lo elige para pasar unos días por la oferta que tiene, se ajusta a las reglas y disfruta de la oferta. La calidad de vida que se obtiene está determinada por la capacidad para acertar en la elección del hotel.

En contraste, un hogar tiene unos miembros y, aunque entre ellos exista una jerarquía para la toma de decisiones y la distribución de responsabilidades esté establecida de forma diferenciada entre sus miembros, su conformación y dinámica es responsabilidad de todos los miembros; hay mecanismos para mediar en la toma de decisiones y en la determinación de las reglas y condiciones de vida, pero su construcción depende del aporte y la participación de todos.

El país no es como un hotel, sino que funciona más como un hogar en el que todos somos responsables de lo que sucede y de la calidad de vida que nos damos y tenemos.

Si comenzamos a asumir a Venezuela como nuestro hogar, en el que lo que suceda es concurso y responsabilidad de todos, cambiaremos nuestra consciencia de ciudadanía y por tanto, nuestra actitud y nuestras prácticas.

2. Con un país fracturado no podemos construir una mejor Venezuela.

Lo segundo que mencionaré y también estaré reiterando algo previamente dicho, es que tenemos un país fracturado que es incapaz de reconocerse entre sí y que mientras no lo haga, no podrá avanzar.

A pesar de que muchas personas no quieren verlo de esta manera, tenemos una profunda fractura. Miramos al país desde ópticas diferentes y por mucho que nos parezca inconcebible la óptica del otro o por muy irreconciliables que éstas parezcan, son ópticas válidas.

En este campo no es ni posible, ni deseable, identificarnos como malos o buenos, como acertados o equivocados. Es menester reconocer tanto la existencia del otro, como la validez de su punto de vista, de su perspectiva sobre el país, su presente y su futuro.

Incluso, es importante reconocer la coexistencia de marcos de valores, de principios y éticas diversas como punto de partida imprescindible para poder reconstruir, a partir de ese reconocimiento, un marco de principios y valores comunes y una identidad en la que todos nos veamos reflejados.

Podemos identificar algunas creencias que son clave para reconstruir nuestra identidad y nuestras prácticas, y que nos hacen mantener el foco en otro lado.

Por ejemplo, a esta altura, tenemos un país que no entiende que la lógica del triunfo electoral que garantiza la hegemonía de un grupo sobre el resto, no funciona en una sociedad con estas fracturas. -Bueno, no funciona en estos tiempos, ni en un marco realmente democrático, pero mucho menos, en una sociedad con estas fracturas-. No entendemos, que no se trata de recuperar el tiempo «cuando éramos felices y no lo sabíamos» o de hacer una relectura de la historia o una reconstrucción de la identidad nacional, a imagen y semejanza de un grupo específico.

Se trata de reencontrarnos y reconocernos, para lo cual, tenemos que poder reenfocar nuestra forma de comprender la distribución del poder político, el juego y los resultados electorales.

Una elección y sus resultados tienen que convertirse en un espacio para reconstruir nuestros nortes comunes, no sólo para disputarlos y ver cuál tiene mayor peso, eso no es efectivamente democrático, pero en esta situación especialmente, cuando sabemos que lo que está determinando el contenido del voto, no es precisamente el apoyo a un proyecto específico o a una visión de país o de región.

No, lo que está determinando el contenido del voto es la apuesta por un arreglo que garantice la supervivencia de unos con respecto a las pretensiones que asumimos, o que en efecto tienen los otros.

Sin embargo, lo que no entendemos es que sólo es posible garantizar nuestra supervivencia, si garantizamos la supervivencia del otro. Sólo es posible garantizar nuestro bienestar o nuestra calidad de vida, si garantizamos el bienestar y la calidad de vida del otro, pero no de acuerdo a la visión que cada uno tenga de bienestar o calidad de vida, sino con respecto a una visión compartida de bienestar y calidad de vida que tenemos con construir o reconstruir con el concurso de los unos y los otros.

Es desde esta óptica que tenemos que reconcebir nuestra visión y consciencia de ciudadanía, nuestro pase de la creencia de que vivimos en un hotel en los que la dinámica y los estándares de calidad de la oferta los determinan otros, a la comprensión de que habitamos un país, nuestro hogar, en el que la calidad de vida de todos, depende de la responsabilidad y el esfuerzo que asuma cada uno.

3. Miramos la paja sólo en el ojo ajeno

Un tercer elemento que traeré a colación, es esa costumbre muy nuestra de mirar sólo la paja en el ojo ajeno.

Se colea el otro, hace tráfico de influencias el otro, es corrupto el otro, viola la ley o cualquier regla de juego el otro, es clientelista la conducta del otro, el oportunista es el otro, el excluyente es el otro.

En esto caemos todos en algún momento y no ponemos atención a nuestras prácticas cotidianas, comenzando por algo tan sencillo como las palabras que utilizamos para referirnos al que no nos gusta o con el que no estamos de acuerdo.

Si nos damos un paseo por los comentarios pre y post electorales, podremos ver millones de ejemplos, o mejor dicho, algunos ejemplos repetidos millones de veces, del menosprecio al otro, sin ir más lejos, identificando rasgos o conductas que, en otro contexto y en otro momento, seguramente, hemos tenido o hemos aceptado y avalado por venir de alguien de «los nuestros» o, porque en aquel contexto, «el fin justificaba los medios».

Al parecer, no hemos entendido cuál es el tenor de nuestra lucha ciudadana. No se trata de elegir «un liderazgo» identificado como un grupo diferente de hombres y mujeres, en los que, si analizamos las prácticas, podemos ver como repiten las del «liderazgo» que no queremos, sino de apostar por un liderazgo con una ética política y unas prácticas diferentes. Donde no imperen, por ejemplo, la discriminación política, el acomodo, el clientelismo, la corrupción, sea de la magnitud o del signo que sean.

Pero además, no se trata de elegir o tener un liderazgo político diferente, si no tenemos una ciudadanía diferente. Por tanto, el tenor de nuestra lucha ciudadana, no puede apuntar solamente a las cualidades del liderazgo que queremos, sino a las cualidades del ciudadano que tenemos y que debemos transformar. Es una lucha en todos los terrenos, en la que, nuestra visión de ciudadanía, nuestras prácticas y nuestro autoconcepto, deben tener un rol estelar.

4. La dirigencia política no da la talla

Pero así como digo que nuestra visión de ciudadanía y nuestras prácticas deben tener un rol estelar en nuestra lucha cotidiana. También es necesario reconocer que, a pesar de las excepciones y de los grandes esfuerzos, nuestra dirigencia política aún no da la talla para la magnitud de la tarea que como país tenemos.

Y cuando hablo de la dirigencia política, me refiero a toda, a la que está en el gobierno y a la que está en la oposición, a los dirigentes de talla nacional y también a los dirigentes locales y comunales, porque toda ella debería haber entendido, a esta altura, que lo planteado en los tres puntos anteriores les toca y está en sus manos orientar al país en el proceso de reconstrucción para superar la fractura y para crecer y madurar política y socialmente.

Aunque suene duro y cueste asimilarlo, tenemos una ciudadanía políticamente inmadura y una ciudadanía inmadura es incapaz de reconocer y asumir su responsabilidad y propiciar el reencuentro por sí sola.

En nuestro caso, es obvio que como ciudadanos diversos y diferentes no tenemos la madurez para reconocer la dimensión de nuestra necesidad y ceder ante ella y que nuestra dirigencia, en su mayoría, tampoco tiene la madurez política para hacerlo o promoverlo.

De hecho, en una situación como la nuestra se requiere de una dirigencia política que entienda el tenor de su rol y que esté dispuesta a trabajar para ello, sacrificando espacios de confort tradicionales, poniendo de lado la tentación de la defensa de su «parcela» y también la tentación de conseguir el aplauso fácil.

Requerimos que nuestra dirigencia política también madure y dé la talla, porque con la visión y las prácticas con las que se manejan actualmente, no lograrán apuntar hacia el problema de fondo, sino que repetirán una y otra vez, los mismos errores y prácticas.

Esto implica, entre otras cosas un cambio de cualidad en las prácticas de dicha dirigencia en todos sus niveles y requerimos que la misma apueste por asumir un verdadero liderazgo que oriente en la adversidad.

#tips16D

A esta altura, faltando sólo 5 días para las elecciones, quedan pocas cosas por hacer, pero son las más importantes que podemos realizar los ciudadanos de a pie.

El único propósito posible en este momento es garantizar el voto.

Lo primero, si aún no la hiciste, es la lista. Ya hiciste tu lista? No piensas hacerla? Estás a tiempo. Es una pequeña acción que puede marcar una importante diferencia.

Así que agarra papel y lápiz, anota a todas las personas que conoces -la familia, los panas, los amigos y los conocidos más cercanos- ordénalos en 3 columnas de acuerdo a su disposición a votar:

1. Los que sabes que seguro van a votar,
2. Los que no saben si van a votar y
3. Los que sabes y dicen que no van a votar.

Lista la lista?

Comienza por el primer grupo: Llama a los que seguro van a votar, pregúntales si tienen como ir a votar, dónde y a qué hora lo harán, anótalo para que puedas hacerle seguimiento e invítalos a preparar su propia lista para organizarse con su gente.

Con la información que tienes, organiza una red de apoyo al voto para que se ayuden mutuamente con el transporte el día de las elecciones y para que se acompañen en los centros, al momento de hacer la cola para votar.

Sigue con el segundo grupo: Llama a los que no saben si van a votar, invítales un café para conversar con ellos sobre la importancia del voto y de que otros no elijan por ti. Cuéntales de todos los amigos en común que van a votar y de la organización de tu grupo de apoyo al voto.

Tu meta con este grupo es pasarlos a la lista de los convencidos de ir a votar y sugerirles que convenzan a sus familiares.

Recuérdales que la democracia es un trabajo de equipo, de ciudadanos organizados construyendo el país que queremos.

Antes de terminar la conversa, pregunta a todo el que convenzas, si tiene como ir a votar, dónde y a que hora lo hará para incluirlo en el grupo de apoyo.

Para cerrar esta fase el grupo más difícil: los que dicen que no van a votar. Sabes cuantos son? Sabes cuantos de los que conoces, no van a votar y por qué?

Cuando tengas organizado tu equipo de apoyo, llama a los que dicen que no van a votar, conversa con ellos sobre sus razones y cuéntales las tuyas, habla de los amigos en común que van a votar, del grupo de apoyo y contágialos de responsabilidad ciudadana.

Recuérdales que si no tenemos el país q queremos es porque no hemos trabajado suficiente como ciudadanos responsables para construirlo.

Con tu lista y tu equipo organizado, prepárate para apoyar el 16D el traslado de tu red y el acompañamiento mientras hacen las colas parta votar. Organiza también tu logística para que, a lo largo del día, vayas verificando con tu equipo, que todos hayan ido a votar.

Finalmente, recuerda que el escrutinio es un acto público y que puedes ir al tu centro, a la hora del cierre, para verlo. Si decides presenciarlo, apóyate en tu red para hacerlo acompañado y sugiérele a los miembros de tu grupo que hagan lo mismo en sus centros.

A 5 días para las elecciones, tu granito de arena puede ayudar a marcar la diferencia.

Organiza tu equipo y vota el 16D!

¡Está aclarando la mañana en Venezuela! (Olga Ramos)

Apuesto que más de uno leyó el título y dijo: ya se nos volvió loca la Olga… los más benevolentes seguro pensaron: perro, se peló, se le olvidó quitar la publicación programada… pero no, como ayer, sigo creyendo que «está aclarando la mañana en Venezuela».

Obviamente que el resultado de la elección no es el que aspiraba y mucho menos el que me gusta, pero, es el que es y nos comunica algo que, como colectivo, hemos estado ignorando. De hecho, nos comunica varias cosas.

Una de las primeras cosas que nos muestran estos resultados es que la abstención sigue existiendo, más tres millones y medio de personas, ya no el 25 % como en 2006, pero la abstención sigue siendo una opción válida para un porcentaje de venezolanos y debemos indagar por qué y trabajar para que ello cambie. En esto no se valen los sobreentendidos o las explicaciones fáciles, hay que escudriñar a fondo y trabajar en consecuencia, porque no expresarse es una acción política que perfila una posición y que tiene consecuencias. En este caso, no podemos conformarnos con colocarlos en la categoría «no acción» y presuponer su contenido o preferencias.

En segundo lugar, como ya dijeron muchos desde anoche, el resultado nos indica que, mientras la opción oficialista tuvo pocos votos más que en el 2006, con los que, a duras penas llega al 9 % de crecimiento, nosotros crecimos en casi un 50 % como opción electoral. De hecho, crecimos a pesar de que, como sociedad política, seguimos muy poco estructurados, con partidos políticos aún muy débiles (como bien apunta mi querido amigo Ananías) lo que dificulta la contienda. Y en este caso, me refiero a todos, los oficialistas y los opositores, los tradicionales, los que están en consolidación, los que están en construcción y los que apenas están por nacer.

Pero como opción electoral, podemos reconocer que estamos más cohesionados que en los precedentes 14 años, y más apegados a las prácticas democráticas pues llegamos a nuestro candidato en elecciones primarias, construimos una propuesta de gobierno consultada con la gente en las regiones y sobre todo, respetamos bastante las reglas de juego que nos impusimos como colectivo.

De hecho, como colectivo, demostramos que somos capaces de tener referentes comunes como visión de país, como el concepto que construimos y denominamos, «la Venezuela del Progreso», concepto que, tenemos que reconocer que, hasta el momento y a pesar de los esfuerzos hechos por el Comando y el candidato, es más un eslogan que apenas comienza a perfilarse como visión de país, por lo que parte del trabajo que tenemos por delante es cargarlo de contenido más detallado, y re-construir sus significados de forma participativa para que podamos compartir a fondo el propósito y sentido de nuestra ruta, para que todos podamos tener claro, con detalles, para donde vamos y el tipo de país por el que todos queremos apostar.

Así mismo, como opción electoral demostramos que somos capaces de manifestar nuestra posición, de salir a la calle a hacer campaña y de participar masivamente en procesos electorales. Sin embargo, demostramos también, que no somos perfectos, que nos faltan muchas cosas por superar, muchas cosas en las que trabajar, dirigencia y ciudadanía, comenzando por superar el inmediatismo y la coyuntura como referentes de acción política, para incorporar en nuestra vida cotidiana un permanente, sano y constructivo ejercicio de la ciudadanía, porque un país se construye o se destruye día a día con nuestras posiciones y acciones cotidianas, más que con grandes demostraciones en momentos específicos. Por eso es imprescindible que dejemos de ver nuestra dinámica política como una sumatoria de coyunturas y comencemos a trabajar todos los segundos de nuestras vidas por una Venezuela diferente, a ser nosotros mismos diferentes de verdad.  Sólo así podemos contribuir a erradicar de nuestra dinámica política y de nuestro comportamiento ciudadano muchas prácticas antidemocráticas y antiéticas, que resultan excluyentes tanto por su desconocimiento al otro, como por su menosprecio y su carga racista y clasista. En otras palabras, necesitamos crecer y madurar como ciudadanos y como opción política, pero vamos por buen camino.

En tercer lugar, y no por ello, menos importante, sino al contrario, quizá lo más importante, estos resultados pusieron sobre la mesa que casi 8 millones de venezolanos apostaron por su seguridad, sí, como nosotros. Y entiéndase que no digo que apostaron por su «comodidad», sino por su seguridad. La diferencia no es para nada irrelevante.

De hecho en estas elecciones, todos los que decidimos expresar nuestra voluntad y preferencia a través del voto, apostamos por nuestra seguridad. Unos por la que no tenemos y perseguimos y otros, por la que sienten que tienen, que no es precisamente la de vivir sin el riesgo de morir en manos de un malandro, porque con esa conviven desde hace muchísimos más años que nosotros, sino por la seguridad de ser considerados y formar parte, a pesar de las deficiencias.

En eso coincidimos, en el término y en lo que nos mueve a la acción política, diferimos en lo que significa para cada quién, en lo que se traduce en nuestra cotidianidad.

Ese alrededor de 8 millones de venezolanos, como nosotros, votaron seguramente matizados por el miedo y en esto hay muchos miedos posibles que se expresaron, pero miedos, al fin, como los nuestros. Nosotros expresamos nuestra voluntad en contra y por el miedo a que impere el reino de la violencia, a que nos terminen de arrebatar el país, a que se imponga más la arbitrariedad, las expropiaciones, las improvisaciones, la destrucción institucional, pero ellos expresaron su voluntad en contra y por el miedo a perder su reconocimiento como ciudadanos, el apoyo económico, afectivo y hasta psicológico que les ha brindado la dinámica política actual, a que les arrebaten el país que sienten que apenas ahora han ganado, a que regresen las arbitrariedades y la exclusión tan cruda que por mucho tiempo experimentaron, entre otras cosas. Y es que, en términos de miedo, hay muchas cosas por comprender, comenzando por asumir que nos tenemos miedo los unos a los otros, esa es una de las razones por las que nos mantenemos tan fracturados.

Estos resultados nos permiten ver que no podemos seguir pensando que sólo tenemos un problema que es «Chavez en el poder» o una «mayoría que prefiere el facilismo o la mediocridad», como a muchos les ha dado, con esas u otras palabras, por decir en las redes sociales.

Tenemos que reenfocar la mirada, ese es parte del aprendizaje que nos tienen que dejar estos resultados. Tenemos que aprender a mirar, comprender y reconocer al otro, más allá de la ilusión que se produce al incluirlo en nuestro discurso.

Tenemos también que reconocernos en el otro, identificar aquellas cosas que creemos que no nos gustan porque no las compartimos, cuando, en el fondo las replicamos en otro contexto o a nombre de ideales que consideramos más nobles. La búsqueda de la seguridad, el miedo, pero también la viveza y la soberbia son rasgos que tenemos en común y que, con diferentes matices, nos identifican a la vez que nos producen rechazo del y en el otro.

Lo que nos dicen estos resultados, en efecto, es más profundo que lo que queremos ver, pero de ello depende que pasemos de ser una sociedad fracturada a un país en convivencia. Pensemos que en estas elecciones se puso en evidencia que somos dos grupos casi de las mismas proporciones que estamos dispuestos a expresarnos y a validar la opción que queremos. De hecho, con las cantidades registradas, no podemos decir que realmente hay una mayoría que se expresó. No, esa mayoría aún hay que construirla, es por eso que lo que nos sale ahora, realmente, es dedicarnos a entendernos, comprendernos y aceptarnos, a sentar las bases para reencontrarnos y poder construir una mayoría que se exprese cotidianamente como «ciudadanos en convivencia» y fraguar, segundo a segundo y de forma concertada, una Venezuela en la que coincidamos.

Y para ello, la buena noticia es que las semillas están sembradas, las vimos en el brillo de los ojos de nuestros jóvenes que votaron por primera vez, cuando salieron mostrando su dedo entintado, pero también en los de los muchos otros que desde diversos flancos y espacios han decidido dedicar horas de su vida a la participación política. Las vimos en la entereza, dignidad y gallardía con la que nuestro candidato se dirigió al país anoche y durante toda la campaña. Las vimos en el trabajo y la entrega a una causa común de los otros candidatos, los que no resultaron ganadores en las primarias presidenciales y de sus equipos que se dedicaron a recorrer intensamente la geografía nacional; en el de los miembros de muchas comisiones técnicas del Comando Venezuela que apartaron tiempo de su dinámica cotidiana para sentarse con otros a construir una propuesta de cambio; en el de los miembros, observadores y testigos de mesa, así como en los encargados de la logística pre y post electoral.

Esas semillas las vimos y las seguiremos viendo en las caras de complicidad de los más de 6 millones de venezolanos que coincidimos muchas veces en las manifestaciones de calle o en reuniones y discusiones en estos últimos 3 meses y que nos dimos cita ayer para expresar nuestra preferencia a través del voto.

Pero también las vemos en las sonrisas de los casi 8 millones de venezolanos con los que no compartimos una misma visión, pero que tienen la esperanza puesta en un mejor país, muchos de los que, durante estos 14 años han salido a protestar y a exigir que se les cumplan las promesas hechas, y que cuando nos cruzamos en la calle, hoy, nos miran con la frente en alto, de tú a tú, algunos sobrados como muchos de nosotros, pero otros con calidez y humildad, recordándonos que ahora ellos también forman parte.

Esas semillas con las que convivimos cotidianamente, esas que ahora podemos ver y con las que podemos en efecto contar, son las que, a pesar de todo, hacen el aire más ligero y las que me permiten mantener seguir afirmando que «esta aclarando la mañana en Venezuela».